Por Erika de la Cruz

Muchas veces asociamos la felicidad con gastar. Entonces, si nos sentimos un poco decaídos, nos vamos de compras. Seguro que cuando recibiste tu última paga extraordinaria o la devolución de los impuestos lo primero que pensaste fue ‘¿En qué me lo voy a gastar?’ ¡Reconócelo! Nos dice el apóstol Pablo: “No os amoldéis a los usos y costumbres propios de este mundo; antes bien, procurad que vuestra mente renovada…” (Romanos 12:2 ). En el tema de las finanzas, tienes que pedir a Dios que te dé los “deseos apropiados” ‘Nos dice la Biblia: “… No menosprecien estos modestos comienzos…” (Zacarías 4:10 ). Las grandes cosas son la culminación de las pequeñas. He aquí unas pautas para la prosperidad: Da a Dios el diezmo de tus ingresos, ahorra otro 10 por ciento y vive con el resto (Proverbios 3:9). A medida que se aumenten tus ingresos, invierte el 50 por ciento de ese incremento en una cuenta, a la que puedes llamar “cuenta de libertad financiera”. Una vez que dejas de gastar hasta el último céntimo y empiezas a ahorrar, se produce una dinámica interesante. Ese acto de disciplina de ahorro, aunque sean pequeñas cantidades, te dará más tarde seguridad financiera y tranquilidad espiritual y emocional. Según un conocido teólogo: “La raíz de la disciplina está en el respeto a uno mismo y en el dominio propio. Al negarte a ti mismo, sentirás que tu sentido de dignidad se acrecienta.’ En cuanto al dominio propio, además de ayudarte a conseguir una independencia financiera, también enriquece todas las otras áreas de tu vida. Usted que piensa. ¿Cuál es su opinión?
¡Bendiciones!