Me lo advirtieron mil veces, pero creí que exageraban. ¿Miedosa yo? ¡Qué va! ¡Jamás! Me tragué mis palabras en cuanto los oí; su primera bocanada de aire se transformó en un llanto que me aflojó las lágrimas. Vaciaron mi barriga, me llenaron los brazos y me desbordaron el corazón. Eran dos y eran míos. “Soy mamá”, susurré. Dejé que los latidos que convulsionaban mi pecho nos presentaran. Y ahí fue. En ese instante conocí el miedo.
Tenía 31 años cuando me estrené en eso que llaman maternidad, una sola palabra que esconde un significado complejo. No hay definición que te prepare para esto. Si fuera una profesión, hoy podría poner en el currículo que tengo cinco años de experiencia… aunque tendría que agregar un pie de nota en el que confesara que hay días que aún no entiendo nada y que no sé si estoy calificada para el trabajo.
Esto de ser mamá es lo más duro y valiente que he hecho en mi vida. He descubierto que el amor puro sí existe y viene en forma de pequeños gendarmes. Hay días que me hacen sentir que floto entre corazones y otros en los que me abruman y me atrapan los fantasmas. Así que sí… lo acepto; me equivoqué. Tenían razón. Lo diré en voz alta: “Hola, soy Maritza, y soy una mujer irremediablemente miedosa”.
No me da pena confesar que mi vida se ha convertido en un mar de contradicciones emocionales: Me da miedo no abrazarlos lo suficiente, que se me queden ‘te amo’ guardados en el corazón, que los labios no se me arruguen de sonrisas y que el brillo de orgullo en mis ojos no los encandile.
Me da miedo que el mundo los obligue a girar muy rápido y que no pueda sostenerlos cuando se mareen; que se me acabe la vida y tenga que soltarles la mano; no tener la fuerza para abrir sus alas antes del vuelo; que la realidad les aplaste la magia; que la sociedad los encasille; que mis palabras limiten sus sueños; que los ejemplos los obliguen recorrer caminos ya andados y que las piedras les borren su sonrisa.
Soy una miedosa porque me aterran las noches de insomnio con fiebre, me preocupan las recaídas, me mortifican los moretones, me asustan los resfriados que no se van y las cicatrices que están empezando a llenar sus rodillas.
Me da miedo perderme sus primeros y últimos momentos, parpadear ante sus logros o ensordecerme ante sus llantos.
Me da miedo amarlos tanto… así tan intenso, así tan sin límites, así tan sin control. Me da miedo que el corazón se me desborda con las carcajadas, los berrinches y las lágrimas. Estoy indefensa ante sus encantos.
Sé que no soy la única. Ese mismo temor lo veo en los ojos de mi madre y en las miradas de otras mujeres que delatan la intensidad de sus sentimientos.
Así que básicamente la maternidad y la acción y efecto de tener miedo mientras se muere de amor… lo sé porque desde que escuché por primera vez su corazón les hice una promesa: Los amaría desde su primer suspiro hasta el último mío. Y espero que la vida se me vaya en ello.
Feliz Día de las Madres.
Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.
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