Hace como 14 meses tuve mi primer ultrasonido como preparativo para iniciar un tratamiento de fertilidad. Me mataba la curiosidad de saber que habría dentro de mi cuerpo. Sin embargo, la imagen con forma de cono en la pantalla solo me mostraba grises y huecos negros que para mí no tenían ningún sentido.

La doctora me dijo: ¿Sabes que tienes dos fibromas? Por supuesto que no tenía ni idea, ni sabía qué era eso. Pero de pronto obtuve una respuesta de por qué mis ciclos menstruales eran tan dolorosos (terriblemente dolorosos).

Estos tumores benignos están compuestos de células musculares y otros tejidos, y pueden desarrollarse en distantes partes afuera y dentro del útero. Los míos según dijo la doctora no estaban en mal lugar, es decir que de quedar embarazada a menos que crecieran no serían un problema.

Hace un par de días cuando mi ginecólogo me midió la pancita de embarazada comentó casualmente: “Está más grande de lo común”. Para mis adentros pensé: “Y sí, a de ser porque estoy gordita”. Pero él completó la frase agregando: “A de ser por los dos fibromas que tienes”. “¿Qué fibromas?” pregunté como si nunca nadie me lo hubiese dicho.

Tienes dos, de 5 y 6 pulgadas como del tamaño de una pelota de tenis y otra de golf, contestó.

En ese momento se me levantaron las cejas y reconocí que hacía más de un año atrás me habían advertido que podían crecer con el embarazo, porque se alimentan de las hormonas.

“¿Y qué pasa con esto?” le pregunté. En mis palabras, esto es lo que me explicó el doctor: Puedes tener un embarazo prematuro, porque a veces estos fibromas crecen y crecen y crecen, pero en un momento el cuerpo como quien dice deja de alimentarlos y mueren. Cuando esto sucede trata de absorberlos y ahí es cuando empiezan los problemas.

“¿Y qué tan pronto puede ser un embarazo prematuro? ¿Seis meses?” le preguntó. “Sí”, me dice, y agrega “o menos”. A esto se sumaron un par de datos más, como que podrían afectar el espacio para el desarrollo del bebé. Acostada panza arriba me estaba llevando el susto de mi vida, sintiendo como que llevaba una bomba de tiempo adentro y que no sabía qué podría hacerla detonar. Porque según el doctor, no hay nada que hacer, más que monitorear el crecimiento de estos fibromas.

Resulta que sí había un poco más que hacer, y no me refiero a buscar con desesperación todos los posibles escenarios catastróficos del caso: hemorragia en un parto natural, problemas en la cesárea (la cual quiero evitar a toda costa). Ni tampoco escuchar a un familiar cercano que es doctor y enseguida me advirtió que no me moviera mucho y que si me atrevía a bailar salsa lo hacía a mi propio riesgo.

También podía hablar con otros amigos doctores, que me recordaron que hoy en día los ginecólogos nos hablan de los peores casos nos advierten de todo. También entender que muchas otras mujeres tienen bebés perfectamente sanos con fibromas, es algo muy común, muchas mujeres los tienen y ni están enteradas. Y hay la opción de operarse antes de quedar embarazada.

Pero también hubo algo muy importante que me dijeron varias personas: “No tengas miedo”. Y es verdad, hay cosas que podemos controlar y otras que no. Puedo actuar y salir a comprar unas cuantas frutas y verduras y tener una dieta sana, y también puedo alimentar mi mente de pensamientos positivos que son como las frutas y verduras para el espíritu. Y eso no quiere decir vivir en la negación, porque también ya pensé en un plan de emergencia. Creo que es entender que el stress, el enojo y el temor es más dañino que cualquier obstáculo que se nos presenta en el camino. Y a veces necesitamos un par de fibromas para poner nuestras preocupaciones en perspectiva.

Valeria Fernández es una periodista independiente oriunda del mar de Uruguay, pero radicada en el desierto de Arizona desde hace 20 años. Para ella el periodismo es una forma de dedicarse a  vivir.