Valeria Fernández

Periodista

@valfernandez

vestebes@gmail.com

Confieso que no esperaba tanta resistencia por parte de mi obstetra cuando le comenté que estaba considerando dejar de consultarlo y trasladar mi cuidado prenatal a un consultorio donde tengo la opción de ser atendida por parteras.

“Mi esposa tuvo todos nuestros hijos con esas parteras”, comentó. “Yo les enseñé todo lo que saben”. Y luego procedió a desacreditar de alguna manera su trabajo, asumiendo que mi decisión es basada en un interés de tener un parto natural y doloroso. Especialmente doloroso, tan doloroso que como presenció con una de sus pacientes, ya no tenía energías para recibir a su bebé recién nacido por el extenuante trabajo de parto.

Me sorprendí a mi misma porque escucharlo contar esa historia no me aterró. Aclaro que yo le tengo mucha confianza a este doctor, es muy profesional, contesta todas las preguntas con paciencia y no es de los que aboga por procedimientos quirúrgicos innecesarios por comodidad.

Aún así nos pasamos un buen rato debatiendo.  “El tiempo lo vas a pasar con la enfermera”, me explicó. “Y yo si estoy en la ciudad estaré ahí contigo”. Al final por supuesto cuando ya es hora de dar el empujón final.

“¿Y antes?”, me pregunté yo. “¿Quién va a estar conmigo las 10 o 12, o 20 horas de mi trabajo de parto? ¿La enfermera?”. Hay que reconocer que muchas enfermeras son maravillosas como me lo han contado muchas de mis amigas embarazadas. ¿Pero si hubiera la opción de tener a una enfermera especializada, o a un equipo de mujeres especializadas, es decir un grupo de parteras dedicadas al 100 por ciento a entender cada detalle del cuerpo de una embarazada?  ¿Con quién te quedarías?

Lo pensé bastante después de conocerla. “¿Y qué si algo sale mal? ¿Y qué si todo se retrasa?”. La partera respondió con mucha calma a todas mis preguntas: “De inmediato tenemos a un doctor que puede atenderte”. Pero si el doctor es innecesario en un parto natural para qué involucrarlo.

Hay demasiados mitos sobre el trabajo de las parteras. Yo me sorprendí cuando me dijeron que no por tener a mi bebé con ellas renunciaba a la opción de recibir una inyección epidural para calmar el dolor. Y también hay la opción de que te atiendan en el mismo hospital como voy a hacerlo yo. El cuidado prenatal es idéntico al de la oficina de mi doctor, pero lo que noté de inmediato es que me dieron información sin que yo tuviera que solicitarla.

La partera me habló de la preparación para la maratón de un parto, me habló de los desafíos de amamantar y me dijo dónde están los recursos para ayudarme con eso. Salí de mi visita con un manojo de hojas con información clave para un embarazo sano, desde cómo ponerme el cinturón de seguridad (lo cuál ya sabía) hasta cuánto comer de cada cosa.

Comparto esta experiencia, porque fue muy diferente con el doctor. Me confirmaron el embarazo, me preguntaron si estaba tomando vitaminas prenatales y me dieron un empujoncito, y qué tengas un buen día.

Y yo porque soy una caprichosa de la información fui a buscar las respuestas en otras partes, porque no solo soy la portadora de un futuro bebé, y una panza redonda, como mujer soy mucho más que eso y demando que se me vea completa y no en parte.

Ahí está la diferencia crucial entre este doctor y las parteras. En la medicina tradicional —algunos, no digo que todos— se han olvidado de vernos más allá de la enfermedad, el síntoma o la condición. Nos dan una pastillita para el dolor de cabeza, un relajante muscular para el dolor de hombros y un suplemento de magnesio para los calambres. A lo mejor lo que necesitamos es que se tomen el tiempo para escucharnos, que nos pregunten si vivimos algún stress en nuestras casas —y no me refiero a las preguntas legales y obligatorias— si hemos sufrido una pérdida, o si tenemos problemas económicos. A lo mejor toca ver qué nos está nutriendo o desnutriendo, y principalmente toca que nos vean completas. Por eso las parteras tienen mi voto de confianza.

Valeria Fernández es una periodista independiente oriunda del mar de Uruguay, pero radicada en el desierto de Arizona desde hace 20 años. Para ella el periodismo es una forma de dedicarse a vivir.