Prepararse para dar a luz es como prepararse para una maratón. Eso lo he escuchado más de una vez por distintos educadores sobre salud reproductiva. En mi estudio de yoga encontré un volante en la pared que hablaba sobre el Método Bradley –nótese que la marca es registrada.

Me decidí a buscar en internet para ver de qué se trataba y resulta que son una serie de 12 clases que te preparan para tu trabajo de parto de forma natural y que se volvieron populares desde los años 60.

Desde hace meses hice mi reservación y fuimos juntos con mi pareja a nuestra primera clase. Al llegar habían otras tres parejas mucho más jóvenes que nosotros acomodadas en sillones y en el piso, listas para escuchar la sabiduría que podría venir de nuestra instructora.

Lo primero que me llamó la atención fue la insistencia en asumir que mi pareja y yo estamos casados, y que la instructora se referiría a los hombres en la sala como nuestros esposos. Pero quién podría culparla si este método se define como un entrenamiento para dar a luz de forma natural, sin intervenciones, ni medicamentos en el que un “esposo” hace las veces de entrenador.

Después nos dijo que teníamos que comprar un libro escrito por el mismo hombre que creo las clases hace casi ya 60 años. Y el libro tiene en letras grandes la palabra “husband” que en inglés quiere decir marido. La verdad es que me molestó y me incomodó, no porque yo no esté casada sino porque pensé en lo anticuado de que en pleno Siglo XXI no hayan modernizado el vocabulario para incluir distintas formas de unión y también a parejas del mismo sexo. Pero también ni siquiera eso, qué tal si las parejas no son parejas y son amigos que decidieron tener un hijo juntos, que tal si es un tío acompañando a una sobrina en este proceso de dar a luz o una madre e hija.

La clase continuó e hicimos ejercicios de relajación, pensé para mis adentros que si lo hubiese planeado no me hubiera salido mejor, tener ahí a mi pareja proporcionándome toda clase de atenciones y masajes. También me pareció bueno que estuviéramos haciendo esto juntos, que encontráramos el momento para compartir esta experiencia y que el supiera lo importante que es para mí su apoyo incondicional.

Eso me llevó a reflexionar todavía más en las dificultades que nuestra sociedad le presenta a las mujeres durante la maternidad cuando seguimos atascados en mentalidades de antaño que no generan espacios seguros para que una futura mamá pueda ser madre con quién quiera y como sea.

Asumimos demasiado y presionamos demasiado a los que se salen de la norma de lo que es aceptable para cada quien, a veces ponemos la religión de por medio, otras veces la moral y algunas de forma más sutil el prejuicio de la experiencia propia. ¿Pero cómo podemos pretender que sabemos lo que es mejor para los demás, con qué autoridad los cuestionamos o dejamos afuera?

Crear espacios seguros empieza también a la hora de diseminar información que no excluya a nadie, sino que nos incluya a todos sin importar qué idioma hablamos, a quién amamos, o cuál es el camino que seguimos para llegar a ser madres y padres.

Valeria Fernández es una periodista independiente oriunda del mar de Uruguay, pero radicada en el desierto de Arizona desde hace 20 años. Para ella el periodismo es una forma de dedicarse a vivir.