A.C. MARIN, M,D.

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El estrés que sufre el inmigrante ha sido ignorado por la medicina general y por las Instituciones de Salud por mucho tiempo; sin embargo, en los últimos seis años desde que se inició el movimiento de Regularización y Reforma Migratoria por grupos a nivel nacional como Latino Coalition y la Organización de Empresarios y Profesionistas Latinos, en los cuales participamos algunos médicos que nos dedicamos a servir a comunidades fronterizas, tuvimos la oportunidad de usar esta experiencia para educar a miembros del Congreso Americano en cuanto a asuntos de salud que afectan a los inmigrantes incluyendo el síndrome de estrés que se cree sufre el 20 por ciento de ellos, principalmente el llamado “indocumentado”.

La iniciativa McCain-Kennedy incluía en la sección de salud el reembolso federal a hospitales y clínicas que otorgan servicios médicos de emergencia relacionados a los problemas mentales generados por el estrés de la separación familiar, imposibilidad de trabajar, de viajar, de poseer los documentos necesarios para llevar una vida normal dentro de la sociedad, del temor y ansiedad por no ser descubierto y terminar no sólo con una deportación pero con el deseo de progreso económico que permita ayudar al resto de la familia que se quedó en el país de origen.

El síndrome de estrés del inmigrante comprende un grupo de síntomas y signos clínicos que afectan física y emocionalmente al individuo y que se caracterizan por la aparición de urticaria o dermatitis atípica, palpitaciones, dificultad para respirar, dolor de pecho, adormecimiento de los brazos, inflamación de la cara o de las extremidades, parálisis facial, insomnio, baja o aumento de peso, irritabilidad o llanto, poco interés por actividades normales, sentimiento de culpa, disminución del libido, etc.

Estos síntomas se presentan en mayor o menor grado según el paciente afectado; lo importante es reconocer esta categoría de alteraciones físicas y emocionales ya que más de una tercera parte de los afectados no reciben el diagnóstico y tratamiento adecuado.

Una vez reconocido el síndrome, el tratamiento incluye los sicofármacos que se usan frecuentemente para la depresión, ataques de pánico, ansiedad, agitación, etc.

También es parte del tratamiento el cambio de hábitos alimenticios y de actividad física, disminución de la ingesta de alcohol, consumo de tabaco, sodio y azúcar, dedicar tiempo libre a conversar la problemática con otras personas o profesionales, empezar actividades que  diversifiquen nuestra atención como aprender el idioma o un oficio de interés.

En algunos casos es necesaria la hospitalización sobre todo en casos en que los síntomas se han ignorado por algún tiempo y se hace necesario un diferente tipo de rehabilitación.

Todos esperamos grandes cambios en las leyes migratorias para el fin de año, cambios que sin duda ayudarán a disminuir el estrés que confronta nuestra población y que afecta su capacidad productiva, y en muchos casos termina con su sueño americano.

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