Valeria Fernández

Periodista

@valfernandez

vestebes@gmail.com

Hace unos días llegué a esta conclusión: “Me quedan cinco semanas para aprender a relajarme”. Ya sé, hasta decirlo así suena contradictorio y estresante. En esas cinco semanas llega mi bebé o quizás en una más. Yo sé que la fecha que te dan las parteras o doctores no es precisamente el momento exacto en el que la naturaleza decide manifestarse.

Antes de explicar cómo llegué a esa conclusión y por qué es importante, tengo que mencionar un par de cosas sobre mí y el mundo en el que existo. Me gusta vivir con los ojos abiertos. Eso debe ser porque soy periodista y sé que vivimos en un mundo donde se sufre, donde suceden injusticias, donde no todo es color de rosa y a veces no alcanza con buenas intenciones o con pedirle milagros al Universo.

Pero también soy una idealista y creo que para cambiar al mundo, me toca cambiarme a mí primero. Y eso empieza por revisar como están las cosas dentro de mi universo. Celebramos con frecuencia el sacrificio extremo, el trabajo extremo, el éxito de ganar más y ser el mejor, pero pocas veces nos damos permiso para sentirnos derrotados, cansados o simplemente aceptar el dolor que sentimos. Contenemos las lágrimas, porque hay que aprender a vivir con el sufrimiento como me dijo una mujer detenida en migración, y a veces lo hacemos porque no podemos derramar ni una gota de energía en lo que nos duele, porque nuestra familia nos necesita.

Cargamos con tantos asuntos no resueltos, tan enterrados que ni los reconocemos y esperamos que todos los demás actúen igual. No le damos espacio al que necesita tomarse una vacación del mundo a que se la tome, no nos damos permiso a darnos la vuelta y dejar de correr la carrera, subir la montaña o suspender ese proyecto tan importante que estábamos haciendo. Porque nadie celebra en Instragram y en las redes sociales que nos muestren una foto de una persona tapada en su cama que hoy se quedó en casa porque la depresión le impidió levantarse, o porque estaba cansada, o porque simplemente necesitaba conectar con un dolor tan antiguo y acaparador que la dejó paralizada.

Vivimos en una sociedad a la que le gusta darle recompensas a esa cosa tan efímera que se llama “éxito”, a la figura sonriente, a la figura sexy (y ojo, verse sexy y estar sonriente no tiene nada de malo), a la imagen del ser humano súper poderoso hasta en la espiritualidad que no creamos espacios para nuestra vulnerabilidad.

Yo soy culpable de eso, y no es tanto porque me importe mucho mi imagen pública, sino que a nivel personal por casi 41 años me he permitido muy pocos espacios de relajación porque vivo dentro de un mandato interno que me dice fuerte: Tenes que levantarte y salir adelante. Siempre he vivido mi vida hacia adelante, presionando el botón de “forward”. Una y otra vez.

Y aunque esa pueda ser una cualidad muy comendadle también tiene su otra cara. La de no aprender a relajarse, la de no saber como dejar que el reloj gobierne nuestras horas y vivir en el presente.

Llevo meses leyendo libros y asistiendo a clases sobre cómo prepararme física y mentalmente para el parto. Un parto que espero sea lo más natural posible. Hace unas semanas finalmente me decidí a buscar un libro sobre hipnoterapia que me recomendaron. Por su nombre puede parecer que hablamos de tratar de buscar una forma de evadirnos de la realidad del parto, cuando es todo lo contrario. La idea es aprender a relajarlos en medio de la incomodidad y desechar todos esos miedos heredados sobre una experiencia que viene pasando desde hace siglos. Todo lo que cargamos, todo lo que no resolvemos se acumula en el cuerpo y se manifiesta. Por eso se hizo evidente que tenía que aprender a relajarme para poder vivir mi experiencia como mamá más plenamente, para realmente permitir que mi cuerpo le abra las puertas literalmente a ese pequeñito (bueno este viene medio grande) bebé que llevo tantos años anhelando.

Me atrevo a decir que eso se aplica a otros aspectos de nuestra vida. Para dar a luz lo que sea tenemos que dejar ir lo que ya no nos sirve y nos bloquea. Nos toca relajarnos y abrir el alma para lo que venga. Y darnos el espacio para tomar un descanso, dormir la siesta, escuchar la lluvia, o simplemente rodear a nuestra familia y amigos de nuestra presencia. Para dar a luz hay que relajarse.

Valeria Fernández es una periodista independiente oriunda del mar de Uruguay, pero radicada en el desierto de Arizona desde hace 20 años. Para ella el periodismo es una forma de dedicarse a vivir.