Erika De la Cruz

¿Sabía usted que la adicción al teléfono tiene nombre? ¿Se ha preguntado si la padece? Se despiertas tarde, desayuna cualquier cosa y sale corriendo de su casa por estar en él teléfono,  porque perder u olvidar el teléfono es un miedo tan real que algunos lo consideran la enfermedad  del siglo 21 en el planeta.

Y si, son muy importantes, necesarios y gracias a los smartphones, podemos comunicarnos, tenemos acceso a redes sociales, GPS, videojuegos, películas, fotografías, aplicaciones, etcétera.

La llamada nomofobia viene del acrónimo del término en inglés No Mobile Phone Phobia y, de acuerdo con los psicólogos, está afectando a cada vez más jóvenes.

No es de extrañar que nuestra dependencia del teléfono celular haya crecido y los síntomas de este curioso síndrome, por llamarlo de alguna manera, incluyen ataques de pánico cuando la persona se separa de su smartphone, revisar constantemente el teléfono  para ver mensajes o notificaciones en redes sociales, sentir que está vibrando cuando no lo hace…

Según el doctor David Greenfield, de la Universidad de Connecticut, el apego severo al teléfono involucra un desajuste en los niveles de dopamina en el cerebro, algo que sucede con otras adicciones.

La dopamina es un neurotransmisor que regula el centro de recompensas de la materia gris; es decir, motiva a las personas a hacer cosas que creen que podrían darles una satisfacción.

El experto relata que cada vez que recibimos una notificación en nuestro teléfono , ya sea un mensaje de texto o un simple like en Facebook, se elevan los niveles de dopamina.

Cifras de Psychology Today indican que este padecimiento está creciendo entre los estudiantes, que 2 de cada 3 personas duermen pegadas al teléfono, 34 por ciento admite revisar el smartphone durante momentos de intimidad con su pareja, más del 50 por ciento jamás apaga el celular.

Según diversas estadísticas, los usuarios checan su celular al menos 34 veces al día, algo impresionante; actualmente, la nomofobia no es considerada una enfermedad real, aunque ya ha es contemplada por el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM), la máxima autoridad sobre salud mental. El problema es que hasta ahora nadie se ha puesto de acuerdo sobre cuáles deberían ser los límites razonables sobre el uso del teléfono.

¿Usted qué piensa? Me gustaría saber su opinión.

¡Bendiciones!