Cuando el Presidente explica algunas acciones y estrategias de su gobierno, gusta de citar al genio florentino, autor del Príncipe, Los Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio y Eloisa, para dar respaldo ideológico—político a sus acciones de gobierno y, al mismo tiempo, proyectar la imagen del gobernante paciente, conciliador, pacifista, consciente, calculador y seguro del poder que le ha sido concedido.
Habla de la Fortuna y la “Virtú,” sin mencionar la “necessitá”, que Maquiavelo define como la cruda y desnuda “virtú” del gobernante que entiende, con claridad y frialdad, de como y para qué se ejerce el poder.
Lo anterior se transparenta cuando el Gobernante aparece frente a las masas y los medios al proyectar su imagen que intenta ser diferente a la de los conservadores o neoliberales del “Anclen Regime y del sistema corrupto que le heredaron; según sus constantes apreciaciones.
Lo hemos visto comer al lado de las carreteras; guardar austeridad al dar el “grito” de Independencia, declarar que su gobierno no reprime y en cuanto a los criminales a la violencia, lo mejor es que los vándalos, criminales, ladrones, narcos, cárteles y demás ralea, piensen en sus mamacitas, pero reprimirlos ¡No!
El mito de Aquiles y el centauro Quirón, mitad caballo, mitad humano distingue al ser humano de las bestias.
El uso de las leyes, de la razón, de la cultura y del orden, permite a los humanos convivir en civilidad, a diferencia de la bestia que usa la fuerza y la astucia para combatir a sus adversarios, y poder sobrevivir en la ley de la selva.
Maquiavelo elige entre las bestias al zorro y al león, al mismo tiempo, pues el zorro es astuto como ningún otro animal, y el león es el más feroz y fuerte de las bestias, en esa jungla en la que sobrevive solamente el más astuto y el más fuerte.
Con esas virtudes, el Príncipe puede llevar adelante a su Reino, y si la fortuna fija su mirada en él, mucho mejor, pues todo estará dispuesto para ser amado y respetado por el pueblo.
En ése sentido, es prudente tener presente las virtudes que deben acompañar a un gobernante. Ni muy consentidor, en aras del pacifismo trasnochado, ni confundir la aplicación legal de la fuerza publica, a fin de conservar el orden social, con la represión policiaca que aplaste las manifestaciones civilizada y la libre expresión de las ideas.
Si los gobernantes, en aras de la proyección de su imagen, cobijan la violencia civil, estarán situando a la sociedad en esa jungla donde la ley y el orden social no existen, como sucedió en los vergonzantes y criminales actos vandálico contra el Monumento de la Victoria Alada en la Avenida Reforma, y hace unos días contra Palacio Nacional al que no defendieron ni el Ejército, ni la Guardia Nacional, ni la Marina, ni la Policía Federal.
Unicamente los ambulantes apostados en la calle de Corregidora enfrentaron a los infiltrados; la Puerta Mariana y los muros de Palacio Nacional fueron pintarrajeados, pateados y escupidos.
Los comercios no escaparon de la violencia: puertas y ventanas, cajeros automáticos, “El Cardenal”, y las sucursales bancarias fueron arrasadas por los infiltrados.
Las fuerzas de seguridad permanecieron observando la salvaje destrucción, en tanto, la Jefa de Gobierno declaraba: “Se está trabajando y no caeremos en provocaciones.”
Cuidar la imagen es correcto, cuidar la forma de gobernar también, siempre y cuando ambas conductas se apliquen para el bien de los gobernados y no para el beneficio personal de quien gobierna.
El articulo 400 del Código Penal, Federal, Capitulo 1, señala:
Se aplicará prisión de tres meses a tres años y de quince a sesenta días de multa, al que:
5—No procure, por los medios lícitos que tenga a su alcance y sin riesgo para su persona, impedir la consumación de los delitos que sabe que van a cometerse o se están cometiendo, salvo que tenga obligación de afrontar el riesgo, en cuyo caso se estará a lo previsto en este articulo o en otras formas aplicables.