Salvador Reza

Phoenix, Aztlán

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(Donde vive el espíritu de la verdad)

“Mi vida es un abismo igual como otras vidas, tragedias y comedias que más puede existir, todos gozan lo mismo, todos sufren lo mismo, es una ley eterna de llorar y reír” Así reza la canción mexicana “Borracho yo he nacido” en una de sus coplas.

Y me gustaría reflexionar sobre sus palabras ahora que tanta gente va entrar en la parranda navideña, porque además es una reflexión sobre la situación social mundial en la que vivimos los seres humanos; una borrachera inconsciente, independientemente si nos atascamos el cuerpo con alcohol o somos abstemios.

Porque el ser humano no solo se emborracha de alcohol, se emborracha de orgullo, se emborracha de vanidad, se emborracha de poder, se emborracha de tristeza, se emborracha de celos, se emborracha de miedo, se emborracha de nacionalismo, se emborracha de patriotismo, se emborracha de lujuria, se emborracha de individualismo, se emborracha de materialismo, se emborracha de estupidez y es por eso que vivimos la situación destructiva a nivel mundial donde el presidente de la nación mas  letal del mundo insulta a una niña de 16 años que inocentemente quiere salvar al mundo de su borrachera destructiva.

Esa borrachera que indudablemente nos llevara a una de esas crudas realidades de la que nunca nos levantaremos muriendo ahogados en nuestra propio vomito en una calentura de Delirium Tremens mundial que nadie podrá sobrevivir.

Estamos viendo como emborrachados de odio sacan a Evo Morales gritando que la Pacha Mama no vuelve a entrar al palacio de gobierno y los imbeciles ni siquiera saben que están insultando a su Madre.

Ni siquiera saben en su borrachera que la Pacha Mama, La Tonantzin, La Madre Tierra es la que los amamanto para que después se prendieran del elixir que los hace sentirse superiores a su madre que a través de millones de años crío las condiciones para que compartieran de la riqueza espiritual, nutritiva de sus millones de plantas, peces, minerales.

Pero no, al igual que un borracho o un niño de tres años insisten en acercarse al abismo aun si los hermanos mayores y la madre les dicen: “No te vayas por allí, te vas a caer, te puede picar un animal, haz caso”.

En esta Navidad el mejor regalo que podemos recibir es el regalo de la conciencia; la conciencia de que los muros solo sirven para causar separación de familias y dolor. Porque los muros no solo son físicos, los muros son religiosos, espirituales, políticos, ideológicos que conllevan a separación de familias.

Allí tenemos el caso de los judíos y los musulmanes, hermanos de las mismas raíces. Después la separación de los cristianos de ambos, que a toda costa quieren hacerle creer a los Budistas, a los Hindúes, a los Musulmanes, y a los pueblos originales que todavía mantienen su espiritualidad natural, que su única solución es convertirse a su “dogma.”

Lo peor de todo, es el que no comparte su fanatismo es expulsado del paraíso terrenal literalmente matándolo o expulsando de su selva, de su río, de su costa de su lugar donde fue puesto por el gran espíritu creador.

Lo peor de todo lo que no entienden que esta expulsando la última esperanza de salvar “el paraíso terrenal” porque los pueblos originarios son los únicos que todavía se comunican con el espíritu creador del universo sin tener intermediarios.