Salvador Reza

Phoenix, Aztlán

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(Donde vive el espíritu de la verdad)

Ha llegado el momento donde el mundo como pensábamos que era dejó de existir. Todavía no aceptamos la nueva realidad como no se acepta la muerte. Vemos nuestra verdadera imagen en nuestro espejo humeante y nos aterrorizamos.

Nuestro Tezcatlipoca nos dibuja en el espejo nuestra mortalidad; un virus invisible dobla al arrogante y le muestra el espejo humeante que le dice que para el espíritu el dinero, lo material no vale nada.

Pero también nos demuestra que todo lo que en nuestra vida material apreciábamos como valioso, en resumidas cuenta tampoco tiene valor ¿Dónde están los estadios repletos de fanáticos adulando a sus gladiadores?

Me imagino que el sentimiento durante la caída de Roma era similar antes de entrar a la oscuridad de la edad media. Hoy se derrumban fortunas huecas sin valor espiritual.

Entonces el mensaje no es individual para Donald Trump, o los millonarios corruptos sino para todo los sistemas globales ideológicos; imaginen el caos que un irrisible virus está causando sin importarle credo o ideología.

Este virus es una cachetada de atención a la histérica sociedad mundial que consumía los recursos de la naturaleza como un borracho tragando tequila sin importarle que el tiempo le cobraría lo fiado y nunca contemplo que el tiempo y un virus invisible le impondría severos castigos si se rehusaba a pagar.

Es como la cruda realidad después de la borrachera donde perdimos la memoria y no nos acordamos ni donde estábamos, ni a quien ofendimos, ni a quien golpeamos, ni a quien hicimos sufrir, sólo nos damos cuenta que despertamos atrapados detrás de las rejas rodeado de extraños transpirando alcohol por los poros y pateando cualquier desafortunado que se quedo tirado de borracho y que todavía no ha despertado.

Hay un dicho católico que dice, “después del pecado viene la penitencia.”

Estamos apenas en la cruda moral, ni siquiera se nos ha dictaminado el castigo, pues todavía la madre naturaleza esta analizando el castigo, y es que el Tezcatlipoca, “el espejo humeante” la memoria ancestral no solo es nuestra memoria individual de vida, sino es la memoria colectiva de klan, de familia, de nación, de ser humano, de la creación misma.

Es memoria desde el momento que se formaron los universos, las galaxias, desde que la primera célula respiro vida para multiplicarse en millones de especies, plantas, entre los abuelos ancestrales de las estrellas solares emanando fuego.

Es el “Fuego de la vida” que surge dentro de nosotros y que se extingue como el agua extingue el fuego o como el fuego evaporiza el agua para convertirla en vapor que vuelve a darnos vida.

Somos vida desde el virus coronado sobre los seres humanos hasta el águila volando desde las alturas atrapando una serpiente retorcida entre sus garras y nos defendemos tirando piquetazo desesperados antes de ser arrojados desde las alturas para fallecer entre las rocas y volver de nuevo a ser nutrición. 

Si la águila falla, se desploma al abismo y ambos Aguila y Serpiente seremos alimento completando otro ciclo interminable de vida.