Salvador Reza
Phoenix, Aztlán
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(Donde vive el espíritu de la verdad)
“A la víbora, víbora, de la mar, de la mar, por aquí pueden pasar, los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán… La casita (blanca) se quebró la mandaron componer con cascaras de huevo y de nuez…”
Todos recordamos este juego de niños con dos niños haciendo un puente con los brazos mientras todos en fila seguíamos al de adelante hasta que le tocaba al que atrapaban para no dejarlo pasar.
Este juego me viene a la memoria porque queramos o no tiene una moraleja que se aplica al ayer, se vive en el presente y anuncia el futuro de nuestra existencia en este mundo de una pandemia llamada Corona Virus 2019, (COVID-19) Todos vamos en fila ondulando como víboras humanas esperando que no nos cierren el puente y nos atrapen para sacarnos del juego llamado vida.
Los brazos de los niños se transforman en la realidad que le dio vida al juego desde tiempos de antaño donde los griegos, después los romanos cobraban sus impuestos y se cobraban con burros, mulas, o esclavos, el pase a sus territorios.
Hoy en día tenemos a un Donald Trump cerrando el paso con el famoso muro a todo aquél que no tiene los bienes para tramitar pasaporte y así tener el pase a Estados Unidos.
Sin embargo, de igual manera que la peste traspasó fronteras imperiales en la antigüedad, hoy en día invade hasta las protecciones de la Casa Blanca exponiendo su fantasía de invencible y derrumbando por dentro, atrapados en su propia desgracia a los supuestos poderosos del mundo y todos sus sirvientes.
“La casita se quebró” y aun si Donald Trump la quiere componer con habladuría, nadie quiere ni entrar; los militares del mas alto rango están en cuarentena, los arquitectos del control mundial ni se acercan, y Donald Trump esta allí rodeado de doctores vociferando incoherencias que hacen temblar a los mercaderes mundiales que parece ser que también a ellos un virus les esta pasando la factura.
“Campanita de oro, déjame pasar, con todos mis hijos menos el de atrás. Tras, tras, tras, que se quede el de atrás”.
Y ahora al que le toco el turno es al más hablador, al más prepotente, al más llorón, al más abusador, al más racista, ahora ya no dice la canción víbora, víbora, sino que el estribillo ha cambiado a “Virus, virus, de la Tierra” que es ahora el que decide quien pasa y quien no.
Un chiquillo invisible e invencible apodado COVID-19 recorre el mundo entero sembrando temor y nutriendo su hambre con millones de cadáveres, saciando su sed con el llanto de luto mundial de seres humanos que perdieron a sus seres queridos por los caprichos de Donald Trump, y los imbéciles que lo consienten.
Aun cuando el COVID-19 le permitió vivir a Donald Trump, será un déspota derrotado, un loco encerrado en una Haunted House, (Casa de espantos).
Disparará palabras huecas, arrebatará la mascara de invencible con sus manos y pisoteará como un demente el trapo en su boca que no lo protegió con todo y su patriotismo estrellado con barras blancas y azules.
El que controla el puente del juego Víbora de la Mar ya no es el muro de Trump, ahora el que decide quien sigue y quien se queda es el Hermano Mayor que quebró la casita sin quererla componer.
Los Hermanos Mayores le llaman el mensajero que nos viene a decir: “Se portan bien o aténganse a las consecuencias después no anden llorando”.