Los seres humanos no somos o tenemos una individualidad absoluta, ni tampoco una parte desechable y sin dignidad, que simplemente cubre una función dentro de un sistema. Al contrario, poseemos un alma espiritual e inmortal que es el principio de unidad y que le hace existir como un todo en Dios.
La persona, en su unidad de cuerpo y alma es sujeto responsable de sus propios actos.
Porque posee un cuerpo, el hombre contiene en sí mismo los elementos del mundo material que en él alcanza su más alta cima. El mundo material no es algo despreciable, como algunas tendencias en la historia del pensamiento han enseñado. El mundo material es el lugar donde el hombre está llamado a realizarse y encontrarse con las demás personas.
Por eso hemos de tener por cosa buena nuestro cuerpo, aunque por otro lado sea limitado y sometido a muchas debilidades, la espiritualidad del ser humano, por otra parte, lo eleva sobre todas las cosas materiales.
Cuando el hombre reflexiona sobre sí mismo y sobre su destino, descubre un mundo superior al material y es capaz de reconocer en sí mismo la espiritualidad y la inmortalidad de su alma.
Nadie es un simple componente anónimo de la sociedad, son por lo tanto dos componentes diversos: por una parte el cuerpo material, ligado al mundo, y por otra parte el alma espiritual, abierta a la trascendencia.
El hombre puede descubrir una verdad más profunda gracias a su inteligencia y puede aspirar a bienes mayores gracias a su voluntad; es un ser responsable, porque en el uso de estas facultades se manifiesta como ser libre, capaz de auto-determinarse.
La unidad del cuerpo y el alma es tan profunda porque el alma es la que da vida al cuerpo integrándolo como una naturaleza y no como dos elementos yuxtapuestos. Las consideraciones anteriores nos conducen a dejar de lado, como erróneo, el espiritualismo que desprecia la realidad del cuerpo, así como el materialismo, que sostiene que el espíritu es una mera manifestación de la materia.
Ni uno ni otro pueden dar razón del ser humano integralmente, cada uno es único e irrepetible y su perfección humana no puede alcanzarse si se olvida su dimensión corporal o si se olvida su dimensión espiritual, porque ambas son esenciales. Nuestro Creador nos hace únicos algunos parecidos”, pero no iguales del todo.
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Bendiciones.