Inicio General Local Tonatierra

Tonatierra

Salvador Reza

Phoenix, Aztlán

srza@aol.com

602.446.9928

(Donde vive el espíritu de la verdad)

“Mira esa piedra como ya no se para,” dijo Demetrio Macías a su mujer en la novela de Los de Abajo, de Mariano Azuela. Al arrojar la piedra al desfiladero nadie sabe a dónde va parar o si creara una avalancha que arrastrara en su paso al que se ponga enfrente. 

En su alusión a la Revolución Mexicana como una piedra rodando cuesta abajo nos lleva a pensar en muchos niveles más allá de lo político o conflictos armados y se puede aplicar a nuestras vidas personales cuando tomamos decisiones u ocurren acontecimientos que cambian para siempre no solamente nuestra vida, sino la vida de los seres alrededor de nosotros que de una manera u otra se sentían seguros en status quo de la vida rutinaria, algo que en ingles le dicen “the point of no return.” (El punto sin retorno).

Puede ir todo de maravilla y de pronto un accidente paraliza nuestra vida placentera, o un policía en parada rutinaria de trafico contacta la migra y se terminó el sustento familiar, la cercanía a los hijos y a la esposa. Hay readaptación pero todo cambio. 

La muerte natural o repentina de un ser querido transforma el contorno familiar interrumpiendo desde educación hasta empleo, el afán del ser humano de vivir una vida placentera o con balance se transforma en sobrevivencia y caos económico y emocional. 

Imagínense el trauma de los pueblos Ndee (Apache) cuando sus montañas, valles, y ríos, fueron invadidos por caras pálidas interrumpiendo centenares de años de armonía con la naturaleza; ese trauma sucedió a lo ancho y largo de Abya Yala, Turtle Island, Itzachilatlan, Tahuantinsuyo, cambiando para siempre el existir de nuestros pueblos en este continente.

Pero no somos los únicos poseedores de traumas, eso se extiende por toda la Madre Tierra, como las invasiones de Genghis Khan desde China hasta la India, de Persia hasta Europa, también las famosas Cruzadas Cristianas, las invasiones musulmanas desde España hasta Constantinopla. 

No hay lugar en la faz de la Madre Tierra donde los seres humanos no hemos causado terror y caos, no solo en nuestros semejantes sino también en todas las criaturas y plantas vivientes en los mares, selvas, desiertos y glaciares. 

Somos una pandemia constante, peor que el virus que azota la humanidad hoy día. 

Hay de aquel que intente detener la avalancha que nos llevará a nuestra propia extinción, pues sufrirá humillaciones, encarcelamientos, hostigamiento y en muchos casos perderá la vida prematuramente por las fuerzas empeñadas en sentirse omnipotentes sin ver el panteón que siempre clama. 

“Crucecita más o crucecita menos,” da lo mismo todos se pudren bajo tierra por más bonita y adornada que este su tumba y su ataúd, eso nos lleva a pensar que  los aspirantes a puestos políticos deberían obligatoriamente trabajar en una morgue cuando menos unos meses, para que se concienticen que al final de cuentas el cuerpo terrenal no es lo que importa y es solo es comida para los gusanos, y si te incineran, solo una urna de cenizas que evitaron ser comidas por los gusanos. 

El Ego se lo llevo el viento, y la vanidad queda en una lápida con palabras que no dicen lo que fuiste en realidad, solo halagos falsos como la falsa vida que la mayoría de nosotros hemos vivido.

En las palabras del Jefe Ceremonial de la Danza del Sol, Joe Chasing Horse. 

“La gente le pone mucho importancia al cuerpo terrenal. Sin embargo les aseguro que el espíritu que habita dentro de ese templo corporal es mucho más importante”.

José Alfredo Jiménez dijo que: “Una piedra en el camino me enseño que mi destino era rodar y rodar”. 

Lo que no se daba cuenta es que las piedras son abuelitas que guardan en su esencia la sabiduría del universo y nos enseñan en lo más profundo sobre nuestra creación y sobre nuestro ser.