El actor francés Jean-Paul Belmondo ha fallecido este lunes en su casa a los 88 años, según ha informado la agencia de noticias France-Presse, que cita al abogado del intérprete.

En Belmondo se unifican las dos grandes líneas del cine francés, que son también las del cine europeo: por un lado, fue un icono de la modernidad que trajo consigo la Nouvelle Vague, y que rodó con los grandes de su tiempo, como su descubridor Jean-Luc Godard, pero también con François Truffaut, Alain Resnais, Claude Chabrol y Jean-Pierre Melville (con el maestro del polar filmó tres películas).

Por otro lado, el del eterno caradura, el del feo ligón y pícaro a la francesa, el protagonista de películas taquilleras pensadas para el gran público.

Le gustaba protagonizar sus propias secuencias de acción, y que eso se viera en pantalla: de esa faceta nacen títulos como El magnífico, El incorregible, El profesional, El hombre de Río o El clan de los marselleses.

En su país, además, el mito de Belmondo va unida al del otro grande de su tiempo, Alain Delon. Fueron amigos, y nunca hubo rivalidad, sino una camaradería que les sirvió incluso para retroalimentarse en títulos como Borsalino y Uno de dos, tras haber coincidido de jóvenes en Una rubia peligrosa (1958), cuando ambos empezaban.