Después de más de dos décadas de intenso trabajo, la NASA, la Agencia Espacial Canadiense (CSA) y la Agencia Espacial Europea (ESA) lanzaron al espacio, desde la Guyana Francesa, el telescopio más poderoso que haya existido en este planeta.
El telescopio “James Webb” será el sucesor del telescopio “Edwin Hubble”, cuyos aportes a nuestro conocimiento del lugar que ocupamos en el cosmos son indisputables.
Gracias a “Hubble” hemos refinado nuestros cálculos de la velocidad de expansión del universo, hemos detectado los primeros planetas fuera de nuestro sistema solar y hemos podido entender el comportamiento de galaxias y agujeros negros.
“Hubble” también nos ha aportado fotografías impresionantes que dejan a cualquiera boquiabierto, incluidas las imágenes de galaxias que existieron de 400 a 500 millones de años después del Big Bang (la “gran explosión” que habría dado origen al universo).
Considerando todo lo anterior, no parece inapropiado que la NASA haya calificado a “Hubble” como uno de los instrumentos más productivos de la historia y es la vara con la que el nuevo telescopio será medido. Cualquiera pensaría que eso hará de “Webb” una máquina trivial o intrascendente, pero sería un error suponer cosa semejante.
Y es que en realidad el nuevo telescopio hará de esa vara una miniatura. De acuerdo con algunos astrónomos, cuando entre en funcionamiento “Webb”, las capacidades de “Hubble” nos parecerán tan limitadas como hoy encontramos las del telescopio que Galileo dirigió a la luna hace casi 400 años.
El abismo que separará a ambos telescopios queda en claro cuando se considera los objetivos principales de “ Webb” y la forma en que planea alcanzarlos.
En primer lugar, el nuevo telescopio será una máquina del tiempo que nos llevará hasta los orígenes del universo que pueden ser vistos, al menos en principio, porque “Webb” está equipado con la capacidad de detectar luz infrarroja.
La luz es una onda que viaja velozmente por el espacio. Esto significa que si, por ejemplo, apuntamos una linterna hacia la bóveda celeste, esa onda no “desaparece”, sino que se mueve tan velozmente que la perdemos de vista casi de inmediato. Es más, si nada interfiere con ella, esa luz viajaría eternamente, pues si algo viaja a través del espacio a la velocidad de la luz, a ello no le aplica el paso del tiempo.
Si no encuentra nada que la bloqueé en su camino, la luz de las primeras estrellas eventualmente llegará entonces a todos los confines del universo.
Así es como, desde la Tierra, es posible ver la luz de estrellas que dejaron de existir hace miles de millones de años; esto es, mirar al pasado, literalmente.
Ahora bien, dado que el espacio se está expandiendo, mientras más viaje la luz por el espacio, más se expande su longitud de onda y si esa longitud se ha “estirado” lo suficiente, la luz se vuelve infrarroja.
El problema es que cuando esto ocurre, la luz es invisible para el ojo humano. Y “Hubble” no estaba equipado para detectar luz infrarroja, pero gracias a un panel dorado de espejos del tamaño de una cancha de tenis, “Webb” podrá registrar este tipo de luz y en consecuencia, el nuevo telescopio podrá llevarnos más atrás en el tiempo.
¿Qué tan atrás? Hasta el momento en que por primera vez hay luz en el universo y, por ende, es posible ver algo en principio; es decir, al momento en que el Big Bang recién ha ocurrido y las primeras estrellas y galaxias están en formación.
De acuerdo con las teorías vigentes, las estrellas más antiguas estaban compuestas exclusivamente de Helio e Hidrógeno. Otros elementos de nuestra tabla periódica (como el Hierro, el Calcio o el Carbono) surgieron gracias a la explosión de esas estrellas.
Es por ello que estudiar las primeras estrellas, así como la formación de las primeras galaxias que las agruparon, es fundamental para entender la formación de casi todo lo que existe en el universo. En un sentido muy literal, es cierta aquella frase que dice que todos somos polvo de estrellas.
Hemos visto que “Webb” estudiará las primeras estrellas y que, con ello, mirará lo más atrás que se puede ver en principio la historia del universo.
Pasemos ahora a la segunda misión primordial de este telescopio: encontrar vida en otros planetas.
Cuando “Hubble” fue colocado en órbita, apenas se sospechaba de la existencia de exoplanetas (planetas más allá de nuestro sistema solar).
“Webb” está equipado con sensores y mecanismos especialmente diseñados para estudiar atmósferas en estos astros lejanos; particularmente importante en este sentido es su capacidad de identificar “biomarcadores”, o indicadores de la existencia de vida.
El nuevo telescopio podrá medir con precisión, por ejemplo, niveles de agua y de metano de planetas parecidos a la Tierra que se encuentran en otros sistemas solares.
De lo anterior se sigue que “Webb” hará realidad el pronóstico de científicos consultados por la NASA a principios de este siglo: descubrir vida fuera de nuestro planeta en esta generación.
¿Qué tan común es la vida en el universo? ¿En qué formas se presenta? ¿Dónde está ubicada? ¿Qué explica su presencia? El nuevo telescopio promete responder a todas estas preguntas.
Las dos misiones principales de “Webb” serán fundamentales para entender nuestro lugar en el cosmos.
Observar las primeras estrellas a través de este telescopio nos permitirá explicar el origen de casi todo lo que conocemos, incluida nuestra propia existencia y estudiar otros planetas nos hará entender la forma en que opera la vida y nos permitirá adquirir perspectiva de la nuestra.
Por si esto no fuera suficiente, al igual que ocurrió con “Hubble”, es esperable que “Webb” termine descubriendo cosas que no entran en los objetivos que se tuvieron en mente al momento de su diseño.
Por ejemplo, bien podría haber objetos que se formaron en los albores del universo, pero que ya no existen y que es imposible ver sin un lector de luz infrarroja. También podríamos descubrir condiciones inesperadas en algunos exoplanetas.
Para que esto sea posible, “Webb” deberá sobrevivir sus primeras semanas en el espacio y durante este tiempo, el telescopio ejecutará tres maniobras fundamentales: desplegará sus enormes paneles, habilitará su antena y colocará una novedosa barrera protectora que evitará su sobrecalentamiento.
Aunque la tecnología de “Webb” ha sido probada obsesivamente, este tipo de empresas nunca está exentas de riesgo y ese telescopio estará a 1.5 millones de kilómetros de la Tierra, así que no será posible enviar misiones de mantenimiento.