Salvador Reza

Phoenix, Aztlán

srza@aol.com

602.446.9928

(Donde vive el espíritu de la verdad)

Hay un punto en los eventos de nuestras vidas donde nos percatamos que hagamos lo que hagamos lo que está por ocurrir no tiene vuelta atrás. Eso pasa en los momentos donde al conducir un automóvil con el pedal del freno presionado hasta donde puede tu pierna, las llantas chillando en el pavimento, te das cuenta que estas por impactar contra otro vehículo. Lo único que queda es resignarte sabiendo que desde ese momento si sobrevives, la vida que vives, no será la misma.

Estos momentos todos los hemos tenido a través de nuestras vidas en diferentes circunstancias o en diferentes niveles, cuando te caíste por primera vez de la bicicleta, cuando chocaste el carro de la familia, cuando te caíste de una barda de niño y te quebraste el brazo.

Pero también hay momentos donde no es una experiencia individual, sino una experiencia masiva que envuelve todo un pueblo, una nación, la humanidad entera. Momentos que pudieran haberse controlado para que nunca sucedieran pero que sin embargo a pesar de los concejos de los mayores hicimos caso omiso hasta que sucede la tragedia.

Tenemos en tiempo antaño las invasiones de Genghis Khan cuando penetró la Muralla China y cambió la tranquilidad de una sociedad a una de caos y sufrimiento. Tenemos la invasión europea a nuestro continente totalmente destruyendo el orden social alcanzado a través de miles de años, aniquilando el balance social y natural entre el ser humano y la naturaleza en el que habitábamos.

Tenemos las invasiones musulmanas a Europa y Rusia que causó una lucha religiosa que aun se vive hoy en día y también tenemos las famosas Cruzadas de Reconquista Cristiana que todavía se vive en las guerras interminables en Irak, Siria, Irán y toda la región musulmana.

Pero hoy en día estamos llegando al punto final en la guerra climática que hemos desatado contra nuestra misma Madre Tierra, nos portamos como niños malcriados que no escuchamos razones de los ancestros.

Elegimos a posiciones de mando a ególatras como Donald Trump que declara la guerra a la Madre Tierra en nombre del capitalismo y nos lleva a un calentamiento global que está por alcanzar el punto de cambio como cuando el agua compuesta por dos parte de hidrogeno y una de oxigeno de desintegra y se hace vapor.

El punto donde, por más que aprietes el freno, los eventos desatados se convertirán en maremotos, huracanes constantes como los que pegaron en Honduras, El Salvador y Nicaragua recientemente.

Donde por mas que aprietes el freno los desechos nucleares contaminaran las aguas de los ríos, los lagos, los mares, donde la pandemia a pesar de los avances tecnológicos arrasará con millones de la misma manera que los europeos arrasaron con las poblaciones originales.

Sin embargo, como sociedad seguimos acelerando el vehículo gozando de la adrenalina de la velocidad alcanzada por la tecnología que nos permite volar más rápido que la velocidad del sonido, con miras de llegar a la velocidad de la luz; donde nos desintegraremos como especie viviente, para quedar como fósiles acompañando nuestros hermanos dinosaurios que también en un tiempo dominaban y habitaban la Madre Tierra.

¡Ni modo dale gas, a ver que pasa!