Xochil Hernández, de 19 años, supo que volvería a la cárcel cuando una patrulla del Departamento de Seguridad Pública (DPS) de Arizona se colocó detrás del auto que manejaba su novio y encendió la torreta. La pareja transportaba a dos indocumentados en la cajuela. Los policías encontraron además una pistola falsa en la guantera y había balas en el bolso de la joven.

Era la segunda vez que las autoridades la arrestaban por participar en el tráfico de inmigrantes y, de hecho, estaba bajo libertad supervisada tras cumplir la otra condena.

“La acusada es joven y tiene antecedentes muy conflictivos (…) El gobierno afirma que la mejor oportunidad de éxito en la vida de la acusada es ponerla en un programa de abuso de drogas en una prisión”, redactó la Fiscalía federal en un memorando de sentencia.

Los fiscales le pidieron al juez que la condenara a 66 meses por los delitos de conspiración para traficar inmigrantes y posesión de municiones por un convicto. Este martes, el magistrado le dictó una sentencia a 36 meses tras las rejas, seguido de otros 36 bajo libertad supervisada.

El historial criminal de Hernández quedó expuesto a lo largo de su proceso penal. A la fecha, la joven ha acumulado cerca de 30 arrestos por venta de droga, robo e interferencia con un dispositivo de monitoreo.

Su defensa ligó su conducta problemática a una infancia difícil y señaló que la mayoría de esas detenciones son por fugarse de casa cuando tenía entre 13 y 15 años.

“Xochil tuvo una infancia que ella no le desearía a nadie”, dice un documento que su abogado Benjamín Aguilera sometió a una corte federal en Arizona pidiendo una condena reducida.

“Ambos padres la abandonaron de niña. Se vio obligada a vivir con varios familiares, amigos y hogares grupales durante su infancia”, describe el documento. “Casi no tuvo supervisión, ni reglas ni consecuencias durante la mayor parte de su vida. Ella estaba viviendo una vida salvaje, no tenía orientación, no asistía a la escuela y estaba desarrollando compañeros negativos”, agrega.