Valeria Fernández

Periodista

@valfernandez

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Cuanto más vieja una se pone más mañas tiene y más se ajusta a su manera de hacer las cosas. Después de divorciarte al principio te cuesta acostumbrarte a la soledad y al silencio de vivir sola, y después de volver a encontrar pareja otra vez pasas por un proceso de readaptación.

Tu instinto automático de sobrevivencia a veces te lleva a prepararte el desayuno más rápido que puedas, a comprar lo básico y necesario para tu subsistencia y poco a poco comienzas a pensar por dos y comprarle a tu pareja sus chucherías favoritas. A veces uno toma turnos para cocinar a veces el otro. Todo varia me imagino según la relación de la pareja y las habilidades culinarias.

Ahora que somos dos, a punto de ser tres —si siguen esta columna ya saben que hablo de mi embarazo, ahora de 28 semanas — comienzo realmente a palpar ese concepto de ser equipo. Muchas veces me lo había mencionado mi querida amiga Maritza Félix, compañera de columnas y travesuras, pero al hablar de la pareja la idea de ser un equipo cobra más vida cuando pensamos en nuestros hijos.

Entre todas mis aventuras de la maternidad, el sábado pasado fui a una clase de yoga prenatal maravillosa. Mi doula, es decir la mujer que me acompañará durante el parto para darme apoyo espiritual y ayudarme a sacar fuerzas sobrehumanas, es quien la dirige. Esta vez fui sola, y en la clase había una joven pareja. Ella está embarazada de apenas 16 semanas, su pancita a penas comienza a notarse comparada con la mía. Su compañero comentó que él ya estaba experimentando dolores de empatía. Eso pasa, a veces los hombres comienzan a sentir el malestar matutino que muchas mujeres tienen, es una especie de simbiosis.

La doula habló de la importancia de la experiencia del embarazo compartida en pareja. El pensar que esa energía de amor y pasión que creó al bebé también debe estar presente el día de su nacimiento. Yo sé que no siempre es así, que la experiencia de muchas mujeres no es la misma cuando hablamos del embarazo. A veces no hay una pareja porque las cosas se hicieron a la fuerza y otras veces la pareja no es necesariamente como muchos la imaginan. Puede ser una persona del mismo sexo o un familiar cercano, o amigo/a del alma que está listo para acompañar a una mujer que por si sola ha decidido que quiere ser madre.

El equipo que nos rodea a veces no es de uno o de dos, es de docenas. Y eso también está bien. En mi caso, pienso mucho en el equipo más nuclear, el que formamos con mi pareja. Y pienso cómo poco a poco la presencia del bebé nos hace confrontar decisiones y preguntas que como individuos a veces contestamos de forma distinta. Inevitablemente por momentos nos acerca para fortalecer al equipo y otras veces nos aleja para evaluar dónde estamos parados como individuos.

El embarazo no tiene que ser una cosa lejana de los hombres. Allá la mujer con sus dolores, sus agruras y sus vómitos. Allá la mujer con toda la belleza y el sentimiento que representa sentir los primeros golpecitos del bebé dentro de su vientre diciendo: “Hola, estoy aquí”.

Tanto las mujeres podemos acercar a los hombres hacia nuestra experiencia compartiendo, como ellos a la nuestra leyendo y educándose. Curioseando. No sé trata simplemente de “tenernos compresión y paciencia” porque supuestamente las hormonas nos ponen más sensibles. Es también despertar la empatía de comprender que estamos experimentando una revolución que nos va a cambiar la vida por siempre. Pienso en eso cada vez que nuestro bebé se mueve inquietamente al escuchar la voz de su papá.

Valeria Fernández es una periodista independiente oriunda del mar de Uruguay, pero radicada en el desierto de Arizona desde hace 20 años. Para ella el periodismo es una forma de dedicarse a vivir.