Considerado el primer pianista indígena de América Latina, Romeyno Gutiérrez Luna es un músico rarámuri cuya historia es un recordatorio del poder de la amistad y los lazos entre dos culturas, y quienes disfrutaron de su actuación el pasado fin de semana entendieron que la música no tiene fronteras.

Romeyno nació en Retosachi, en el municipio de Batopilas, Chihuahua, pero su historia comienza muchos años antes de eso, antes siquiera de que sus padres se conocieran, con un pianista estadounidense que viajó a la Sierra Tarahumara y se enamoró para siempre.

Su nombre era Romayne Wheeler, cuyo espíritu viajero lo había llevado hasta Chihuahua y, al encontrarse con los rarámuris, su hogar y su estilo de vida, decidió quedarse a vivir entre ellos, dejando atrás su vida pasada.

Wheeler conoció a Juan Gutiérrez, el violinista más destacado de Retosachi y conectaron de inmediato y fue el comienzo de una estrecha amistad; era tal el cariño, que el rarámuri le prometió al foráneo que algún día nombraría a su primer hijo en honor suyo, y  cuando llegó el momento de bautizar al pequeño Romeyno, Wheeler se convirtió en su padrino.

Romeyno solía espiar a su padrino mientras éste practicaba el piano, fascinado por los sonidos, el pequeño no dudó en aceptar la invitación de Wheeler a probar tocar el enigmático instrumento y el músico se dio cuenta de que Romeyno poseía un talento natural.

Wheeler enseñó durante años a Romeyno, le transmitió todo lo que sabía y le mostró a Mozart, a Chopin, a Schubert, cuya obra encendió la llama de la inspiración en el joven rarámuri que podía tocar el piano mucho antes de que aprender a hablar en español.

Con los años, el pianista rarámuri perfeccionó sus habilidades y además de las piezas clásicas de música occidental, Romeyno comenzó a transcribir y a tocar la música de su pueblo, adaptada al piano.

Gutiérrez Luna acompañaba a su padrino a algunas presentaciones y después, se presentaba durante unos breves minutos antes de Wheeler. Finalmente, comenzó a tocar conciertos en solitario.

Desde entonces, el pianista rarámuri ha viajado por Europa y Estados Unidos con su mezcla de temas clásicos y música de su etnia; siempre se presenta con la indumentaria típica de su pueblo y se ha convertido en un embajador de los tarahumaras ante el mundo.

La historia de Romeyno Gutiérrez Luna nos recuerda la importancia de brindar a todos los jóvenes las herramientas para expresarse y trabajar en sus inquietudes artísticas y creativas, sin importar su origen, lengua o etnicidad.